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Nacimiento de Jacob y Esaú

19 Ésta es la historia de Isaac, el hijo de Abraham. 20 Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, que era hija de Betuel y hermana de Labán, los arameos que vivían en Padán-aram. 21 Rebeca no podía tener hijos, así que Isaac le rogó al Señor por ella. Y el Señor oyó su oración y Rebeca quedó embarazada. 22 Pero como los mellizos se peleaban dentro de su vientre, ella pensó: «Si esto va a ser así, ¿para qué seguir viviendo?» Entonces fue a consultar el caso con el Señor, 23 y él le contestó:

«En tu vientre hay dos naciones,
dos pueblos que están en lucha
desde antes de nacer.
Uno será más fuerte que el otro,
y el mayor estará sujeto al menor.»

24 Llegó al fin el día en que Rebeca tenía que dar a luz, y tuvo mellizos. 25 El primero que nació era pelirrojo, todo cubierto de vello, y lo llamaron Esaú. 26 Luego nació su hermano, agarrado al talón de Esaú con una mano, y por eso lo llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando Rebeca los dio a luz.

Esaú vende sus derechos de hijo mayor

27 Los niños crecieron. Esaú llegó a ser un hombre del campo y muy buen cazador; Jacob, por el contrario, era un hombre tranquilo, y le agradaba quedarse en el campamento. 28 Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba, pero Rebeca prefería a Jacob.

29 Un día en que Jacob estaba cocinando, Esaú regresó muy cansado del campo 30 y le dijo:

—Por favor, dame un poco de ese guiso rojo que tienes ahí, porque me muero de hambre.

(Por eso a Esaú también se le conoce como Edom.)

31 —Primero dame a cambio tus derechos de hijo mayor —contestó Jacob.

32 Entonces Esaú dijo:

—Como puedes ver, me estoy muriendo de hambre, de manera que los derechos de hijo mayor no me sirven de nada.

33 —Júramelo ahora mismo —insistió Jacob.

Esaú se lo juró, y así le cedió a Jacob sus derechos de hijo mayor. 34 Entonces Jacob le dio a Esaú pan y guiso de lentejas. Cuando Esaú terminó de comer y beber, se levantó y se fue, sin dar ninguna importancia a sus derechos de hijo mayor.

Isaac se va a Guerar

26 En ese tiempo hubo una gran escasez de alimentos en toda aquella región, además de la que hubo cuando Abraham aún vivía. Por eso Isaac se fue a Guerar, donde vivía Abimélec, rey de los filisteos. Allí el Señor se le apareció y le dijo: «No vayas a Egipto. Quédate donde yo te diga, y por ahora sigue viviendo en este país. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes les voy a dar todas estas tierras. Así cumpliré la promesa que le hice a tu padre Abraham. Haré que tus descendientes sean tantos como las estrellas del cielo, y les daré todas estas tierras. Además, todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tus descendientes, porque Abraham me obedeció y cumplió mis órdenes, mis mandamientos, mis leyes y mis enseñanzas.»

Entonces Isaac se quedó en Guerar, y cuando los que vivían en ese lugar le preguntaron en cuanto a Rebeca, Isaac tuvo miedo de decir que era su esposa y les dijo que era su hermana. Era tan hermosa Rebeca, que Isaac pensó que los hombres del lugar lo matarían por causa de ella.

Pasó el tiempo y él se quedó allá. Pero un día en que Abimélec estaba mirando por la ventana, vio que Isaac acariciaba a su esposa Rebeca. Entonces lo mandó llamar y le dijo:

—Así que ella es tu esposa, ¿verdad? Entonces, ¿por qué dijiste que era tu hermana?

—Yo pensé que tal vez me matarían por causa de ella —contestó Isaac.

10 Pero Abimélec le dijo:

—¿Por qué nos has hecho esto? Un poco más y alguno del pueblo se habría acostado con tu esposa, y tú nos habrías hecho pecar.

11 Entonces Abimélec ordenó a todo su pueblo:

—Si alguien molesta a este hombre o a su esposa, será condenado a muerte.

12 Ese año Isaac sembró en aquel lugar y recogió muy buena cosecha, pues el Señor lo bendijo. 13 Se hizo muy rico y llegó a tener muchas posesiones. 14 Eran tantas sus ovejas y vacas, y tantos sus siervos, que los filisteos le tenían envidia. 15 Cuando su padre Abraham aún vivía, los siervos de Abraham habían abierto pozos; pero después los filisteos los habían tapado y llenado de tierra. 16 Por fin, Abimélec le dijo a Isaac:

—Vete de aquí, porque has llegado a ser más rico que nosotros.

17 Isaac se fue y acampó en el valle de Guerar, y allí se quedó a vivir. 18 Volvió a abrir los pozos de agua que habían sido abiertos en vida de su padre, y que los filisteos habían tapado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado. 19 Un día, los siervos de Isaac estaban haciendo un pozo en el valle, y encontraron un manantial. 20 Pero los pastores que cuidaban las ovejas en el valle de Guerar se pelearon con los pastores que cuidaban las ovejas de Isaac, porque decían que esa agua era de ellos. Por eso Isaac llamó a ese pozo «Pelea», pues se habían peleado por él. 21 Después sus siervos abrieron otro pozo, por el que volvieron a pelear, y a ese pozo Isaac lo llamó «Enemistad».

22 Isaac se fue lejos de allí, y abrió otro pozo. Como ya no pelearon por él, lo llamó «Libertad», pues dijo: «Ahora el Señor nos ha dejado en libertad de progresar en este lugar.»

23 De allí Isaac se fue a Beerseba. 24 Esa noche el Señor se le apareció y le dijo:

«Yo soy el Dios de tu padre Abraham.
No tengas miedo; yo estoy contigo.
Por causa de mi siervo Abraham
te bendeciré y aumentaré mucho tu descendencia.»

25 Entonces Isaac construyó un altar allí, e invocó el nombre del Señor. Acampó en aquel lugar, y sus siervos abrieron un pozo.

Isaac y Abimélec hacen un pacto

26 Un día, Abimélec vino desde Guerar para hablar con Isaac. Lo acompañaban su amigo Ahuzat, y Ficol, que era el capitán de su ejército. 27 Isaac les dijo:

—Si ustedes no me quieren, y hasta me echaron de su tierra, ¿para qué vienen a verme?

28 Ellos le contestaron:

—Hemos visto que el Señor está contigo, y hemos pensado proponerte que hagamos un pacto. El pacto será éste: 29 que tú no nos harás ningún mal, pues nosotros no te hemos molestado. Al contrario, siempre te hemos tratado bien y te despedimos en forma amistosa, y ahora el Señor te está bendiciendo.

30 Entonces Isaac les hizo una gran fiesta, y ellos comieron y bebieron. 31 Al día siguiente por la mañana, se levantaron y se hicieron juramentos entre sí. Luego Isaac les dijo adiós, y ellos se despidieron de él como amigos.

32 Aquel mismo día, los siervos de Isaac vinieron a darle la noticia de que habían encontrado agua en el pozo que estaban abriendo. 33 Isaac le puso a aquel pozo el nombre de Sebá. Por eso aquella ciudad todavía se llama Beerseba.

34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con Judit, que era hija de Beerí el hitita. También se casó con Basemat, que era hija de otro hitita llamado Elón. 35 Estas dos mujeres les amargaron la vida a Isaac y Rebeca.

Isaac bendice a Jacob y Esaú

27 Isaac estaba ya muy viejo, y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

—¡Hijo mío!

—Dime, padre —contestó Esaú.

—Ya ves que estoy muy viejo —dijo Isaac—, y un día de éstos me puedo morir. Por eso quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas para cazar algún animal. Prepara luego un guisado sabroso, como a mí me gusta, y tráelo para que yo lo coma. Entonces te daré mi bendición antes de morir.

Pero Rebeca estaba oyendo lo que Isaac le decía a Esaú. Por eso, en cuanto éste se fue al monte a cazar algo para su padre, ella dijo a Jacob, su hijo menor:

—Mira, oí que tu padre estaba hablando con tu hermano Esaú, y que le decía: “Caza algún animal, prepara un guisado sabroso para que yo lo coma, y te daré mi bendición delante del Señor antes de morir.” Así que, hijo mío, escucha bien lo que te voy a decir: Ve a donde está el rebaño, y tráeme dos de los mejores cabritos; voy a prepararle a tu padre un guisado sabroso, como a él le gusta. 10 Tú se lo vas a llevar para que lo coma, y así te dará a ti su bendición antes de morir.

11 Pero Jacob le dijo a su madre:

—Mi hermano tiene mucho pelo en el cuerpo, y yo no. 12 Si mi padre llega a tocarme y me reconoce, va a pensar que me estoy burlando de él; entonces haré que me maldiga en lugar de que me bendiga.

13 Pero su madre le contestó:

—Hijo mío, que esa maldición recaiga sobre mí. Tú haz lo que te digo y tráeme esos cabritos.

14 Jacob fue por los cabritos y se los trajo a su madre. Ella preparó entonces un guisado sabroso, como a Isaac le gustaba, 15 sacó la mejor ropa de Esaú, su hijo mayor, que estaba guardada en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor. 16 Luego, con la piel de los cabritos, le cubrió a Jacob los brazos y la parte del cuello donde no tenía pelo, 17 y le dio el guisado y el pan que había preparado.

18 Entonces Jacob entró donde estaba su padre, y le dijo:

—¡Padre!

—Aquí estoy. ¿Cuál de mis hijos eres tú? —preguntó Isaac.

19 —Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó Jacob—. Ya hice lo que me dijiste. Levántate, por favor; siéntate y come del animal que he cazado, y dame tu bendición.

20 Entonces Isaac le preguntó:

—¿Cómo pudiste encontrarlo tan pronto, hijo mío?

—El Señor tu Dios me ayudó a encontrarlo —respondió Jacob.

21 Pero Isaac le dijo:

—Acércate y déjame tocarte, a ver si de veras eres mi hijo Esaú.

22 Jacob se acercó para que su padre lo tocara. Entonces Isaac dijo: «La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú.» 23 Así que no lo reconoció, porque sus brazos tenían mucho pelo, como los de su hermano Esaú. Pero cuando iba a darle su bendición, 24 volvió a preguntarle:

—¿De veras eres mi hijo Esaú?

—Sí, yo soy Esaú —respondió Jacob.

25 Entonces su padre le dijo:

—Sírveme, hijo mío, para que coma yo de lo que cazaste, y entonces te daré mi bendición.

Jacob le sirvió de comer a su padre, y también le trajo vino. Isaac comió y bebió, 26 y luego le dijo:

—Acércate, hijo, y dame un beso.

27 Cuando Jacob se acercó para besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras:

«Sí, este olor es de mi hijo.
Es como el olor de un campo
bendecido por el Señor.
28 Que Dios te dé la lluvia del cielo,
las mejores cosechas de la tierra,
mucho trigo y mucho vino.
29 Que mucha gente te sirva;
que las naciones se arrodillen delante de ti.
Gobierna a tus propios hermanos;
¡que se arrodillen delante de ti!
Los que te maldigan serán malditos,
y los que te bendigan serán benditos.»

30 Había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y apenas salía Jacob de donde estaba su padre, cuando Esaú regresó de cazar. 31 También él preparó un guisado sabroso, se lo llevó a su padre, y le dijo:

—Levántate, padre; come del animal que tu hijo ha cazado, y dame tu bendición.

32 Entonces Isaac le preguntó:

—¿Quién eres tú?

—Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó.

33 Isaac se quedó muy sorprendido, y con voz temblorosa dijo:

—Entonces, ¿quién es el que fue a cazar y me trajo el guisado? Yo me lo comí todo antes de que tú llegaras, y le di mi bendición, y ahora él ha quedado bendecido.

34 Cuando Esaú oyó lo que su padre decía, se puso a llorar amargamente, y gritó:

—¡Dame también a mí tu bendición, padre mío!

35 Pero Isaac le contestó:

—Ya vino tu hermano, y me engañó, y se llevó la bendición que era para ti.

36 —¡Con razón le pusieron por nombre Jacob! —dijo Esaú—. ¡Ya van dos veces que me hace trampa! Primero me quitó mis derechos de hijo mayor, y ahora me ha quitado la bendición que me tocaba. ¿No has guardado ninguna otra bendición para mí?

37 Entonces Isaac le contestó:

—Mira, yo le he dado a Jacob autoridad sobre ti; le he dado por siervos a todos sus parientes, y le he deseado que tenga mucho trigo y mucho vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío?

38 Esaú insistió:

—¿No puedes dar más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí!

Y volvió a llorar a gritos.

39 Entonces Isaac le dijo:

«Vivirás lejos de las tierras fértiles
y de la lluvia que cae del cielo.
40 Tendrás que defenderte con tu espada
y serás siervo de tu hermano;
pero cuando te hagas fuerte,
te librarás de él.»

Jacob huye de Esaú

41 Desde entonces Esaú odió a Jacob por la bendición que le había dado su padre, y pensaba: «Ya pronto vamos a estar de luto por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.»

42 Cuando Rebeca supo lo que Esaú estaba planeando, mandó llamar a Jacob y le dijo:

—Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti. 43 Por eso, hijo, escúchame; huye en seguida a Harán, a casa de mi hermano Labán. 44 Quédate con él por algún tiempo, hasta que se le pase el enojo a tu hermano 45 y olvide lo que le has hecho. Entonces te mandaré avisar para que vuelvas. ¡No quiero perder a mis dos hijos en un solo día!

46 Luego Rebeca le dijo a Isaac:

—Estoy cansada de la vida por culpa de estas hititas con las que Esaú se casó. Si Jacob se casa con una hitita como estas, de las que viven aquí en Canaán, vale más que me muera.

28 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le dio esta orden: «No te cases con ninguna mujer de esta tierra de Canaán. Vete a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán. Que el Dios todopoderoso te bendiga y te dé muchos descendientes, para que de ti salgan muchas naciones. Que te dé a ti, y también a tus descendientes, la bendición que le prometió a Abraham, para que sean dueños de esta tierra donde ahora vivimos como extranjeros, pues él se la prometió a Abraham.»

Así fue como Isaac envió a Jacob a Padán-aram. Jacob llegó a casa de Labán, que era hijo de Betuel el arameo y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.

Esaú se casa

Esaú había visto cuando Isaac le dio su bendición a Jacob y lo envió a Padán-aram para casarse allá. También se fijó en que su padre, al bendecirlo, le encargó que no se casara con ninguna mujer de Canaán, y que Jacob se fue a Padán-aram como su padre y su madre le habían dicho. De esa manera Esaú se dio cuenta de que a su padre no le agradaban las mujeres de Canaán; por eso fue a ver a Ismael, hijo de Abraham, y tomó por esposa a su hija Mahalat, que era hermana de Nebaiot, además de las esposas cananeas que ya tenía.

Dios se aparece a Jacob en Betel

10 Jacob salió de Beerseba y tomó el camino de Harán. 11 Llegó a cierto lugar y allí se quedó a pasar la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó como almohada una de las piedras que había en el lugar, y se acostó a dormir. 12 Allí tuvo un sueño, en el que veía una escalera que estaba apoyada en la tierra y llegaba hasta el cielo, y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban. 13 También veía que el Señor estaba de pie junto a él, y que le decía: «Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tus descendientes les daré la tierra en donde estás acostado. 14 Ellos llegarán a ser tantos como el polvo de la tierra, y se extenderán al norte y al sur, al este y al oeste, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tus descendientes. 15 Yo estoy contigo; voy a cuidarte por dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No voy a abandonarte sin cumplir lo que te he prometido.»

16 Cuando Jacob despertó de su sueño, pensó: «En verdad el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.» 17 Tuvo mucho miedo, y pensó: «Este lugar es muy sagrado. Aquí está la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!»

18 Al día siguiente Jacob se levantó muy temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la puso de pie como un pilar, y la consagró derramando aceite sobre ella. 19 En ese lugar había antes una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y le puso Betel.

20 Allí Jacob hizo esta promesa: «Si Dios me acompaña y me cuida en este viaje que estoy haciendo, si me da qué comer y con qué vestirme, 21 y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios. 22 Esta piedra que he puesto como pilar, será casa de Dios; y siempre te daré, oh Dios, la décima parte de todo lo que tú me des.»

Jacob en Harán

29 Jacob siguió su camino y se fue a la tierra de los del oriente.

En el campo vio un pozo, cerca del cual estaban descansando tres rebaños de ovejas, porque los animales bebían agua de él. Sobre la boca del pozo había una piedra muy grande, y cuando todos los rebaños se juntaban allí, los pastores quitaban la piedra para darles agua a las ovejas, y luego volvían a tapar el pozo. Jacob preguntó a los pastores:

—¿De dónde son ustedes, amigos míos?

—Somos de Harán —contestaron ellos.

—¿Conocen ustedes a Labán, el hijo de Nahor? —volvió a preguntar.

—Sí, lo conocemos —respondieron.

—¿Está bien de salud? —insistió Jacob.

—Sí, Labán está bien —dijeron los pastores—. Mire usted, aquí viene su hija Raquel con sus ovejas.

Entonces Jacob dijo:

—Todavía es de día, y es muy temprano para encerrar las ovejas. ¿Por qué no les dan agua y las llevan a pastar?

Pero ellos le contestaron:

—No podemos hacerlo. Tenemos que esperar a que se junten todos los rebaños y los pastores quiten la piedra de la boca del pozo, para poder darles agua a las ovejas.

Mientras Jacob estaba hablando con ellos, Raquel llegó con las ovejas de su padre, pues ella era quien las cuidaba. 10 Tan pronto como Jacob la vio con las ovejas de su tío Labán, fue y quitó la piedra de la boca del pozo, y les dio agua a las ovejas; 11 luego la saludó con un beso, y comenzó a llorar. 12 Cuando Jacob le contó que él era hijo de Rebeca y sobrino de Labán, Raquel fue corriendo a contárselo a su padre.

13 Labán, al oír hablar de Jacob, el hijo de su hermana, salió corriendo a recibirlo, lo abrazó, lo saludó con un beso y lo llevó a su casa. Luego Jacob le contó todo lo que había pasado. 14 Y Labán le dijo: «Verdaderamente tú eres uno de mi propia sangre.»

Jacob trabaja por Raquel y Lía

Jacob se quedó con Labán durante un mes. 15 Después de ese tiempo, Labán le dijo:

—No vas a trabajar para mí sin ganar nada, sólo porque eres mi pariente. Dime cuánto quieres que te pague.

16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor, Raquel. 17 Lía tenía unos ojos muy tiernos, pero Raquel era hermosa de pies a cabeza. 18 Como Jacob se había enamorado de Raquel, contestó:

—Por Raquel, tu hija menor, trabajaré siete años para ti.

19 Entonces Labán contestó:

—Es mejor dártela a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo.

20 Y así Jacob trabajó por Raquel durante siete años, aunque a él le pareció muy poco tiempo porque la amaba mucho. 21 Cuando pasaron los siete años, Jacob le dijo a Labán:

—Dame mi mujer, para que me case con ella, porque ya terminó el tiempo que prometí trabajar por ella.

22 Entonces Labán invitó a todos sus vecinos a la fiesta de bodas que hizo. 23 Pero por la noche Labán tomó a Lía y se la llevó a Jacob, y Jacob durmió con ella. 24 Además, Labán le regaló a Lía una de sus esclavas, llamada Zilpá, para que la atendiera. 25 A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que había dormido con Lía, y le reclamó a Labán:

—¿Qué cosa me has hecho? ¿No trabajé contigo por Raquel? Entonces, ¿por qué me has engañado?

26 Y Labán le contestó:

—Aquí no acostumbramos que la hija menor se case antes que la mayor. 27 Cumple con la semana de bodas de Lía y entonces te daremos también a Raquel, si es que te comprometes a trabajar conmigo otros siete años.

28 Jacob aceptó, y cuando terminó la semana de bodas de Lía, Labán le dio a Raquel por esposa. 29 Labán también le dio a Raquel una de sus esclavas, llamada Bilhá, para que la atendiera. 30 Jacob se unió también a Raquel, y la amó mucho más que a Lía, aunque tuvo que trabajar con Labán durante siete años más.

Los hijos de Jacob

31 Cuando el Señor vio que Jacob despreciaba a Lía, hizo que ésta tuviera hijos, pero a Raquel la mantuvo estéril. 32 Lía quedó embarazada y tuvo un hijo, al que llamó Rubén, porque dijo: «El Señor me vio triste. Por eso ahora mi esposo me amará.»

33 Después Lía tuvo otro hijo, al que llamó Simeón, y entonces dijo: «El Señor oyó que me despreciaban, y por eso me dio un hijo más.»

34 Y otra vez tuvo un hijo, al cual llamó Leví, porque dijo: «Ahora mi esposo se unirá más a mí, porque ya le he dado tres hijos.»

35 Lía tuvo aún otro hijo, al cual llamó Judá, porque dijo: «Esta vez alabaré al Señor.» Después de esto, dejó de tener hijos.

30 Cuando Raquel vio que ella no podía darle hijos a Jacob, sintió envidia de su hermana Lía, y le dijo a su esposo:

—Dame hijos, porque si no, me voy a morir.

Pero Jacob se enojó con ella y le dijo:

—¿Acaso soy Dios? Él es quien no te deja tener hijos.

Entonces ella le dijo:

—Mira, toma a mi esclava Bilhá y únete con ella; y cuando ella tenga hijos, será como si yo misma los tuviera. Así podré tener hijos.

De esta manera Raquel le dio a Jacob su esclava Bilhá, para que fuera su concubina. Jacob se unió con Bilhá, y ella le dio un hijo a Jacob. Entonces Raquel dijo: «Este niño se va a llamar Dan, porque Dios oyó mi oración y me hizo justicia al darme un hijo.»

Después Bilhá le dio otro hijo a Jacob, y Raquel dijo: «Este niño se va a llamar Neftalí, porque he luchado mucho contra mi hermana y la he vencido.»

Cuando Lía vio que ya no podía tener hijos, tomó a su esclava Zilpá y se la dio a Jacob para que fuera su concubina. 10 Y cuando Zilpá le dio un hijo a Jacob, 11 Lía dijo: «¡Qué suerte! Por eso el niño se va a llamar Gad.»

12 Después Zilpá le dio otro hijo a Jacob, 13 y entonces Lía dijo: «¡Qué felicidad! Ahora las mujeres dirán que soy feliz. Por eso el niño se va a llamar Aser.»

14 Un día fue Rubén al campo, durante la cosecha de trigo, y allí encontró unas frutas llamadas mandrágoras, las cuales llevó a su madre Lía. Cuando Raquel vio las frutas, le dijo a Lía:

—Por favor, dame algunas de esas mandrágoras que tu hijo te trajo.

15 Pero Lía le contestó:

—¿Te parece poco haberme quitado el marido? ¡Y ahora quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo!

—Pues a cambio de las mandrágoras de tu hijo, esta noche Jacob dormirá contigo —propuso Raquel.

16 Por la noche, cuando Jacob regresó del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo:

—Hoy vas a dormir conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo.

Esa noche Jacob durmió con Lía, 17 y ella le dio a Jacob su quinto hijo, porque Dios oyó su oración. 18 Entonces Lía dijo: «Este niño se va a llamar Isacar, pues Dios me ha premiado porque le di mi esclava a mi marido.»

19 Después Lía le dio a Jacob su sexto hijo, 20 y dijo: «Dios me ha dado un buen regalo. Ahora mi marido me estimará más, porque ya le he dado seis hijos. Por eso este niño se va a llamar Zabulón.»

21 Por último, Lía tuvo una hija, a la cual llamó Dina. 22 Pero Dios se acordó de Raquel; oyó su oración y le permitió tener hijos. 23 Cuando tuvo el primero, dijo: «Dios me ha quitado la vergüenza de no tener hijos. 24 Ojalá me permita tener otro.» Por eso lo llamó José.

Trampas entre Jacob y Labán

25 Después que Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán:

—Déjame regresar a mi propia tierra. 26 Dame mis hijos y mis mujeres, pues por ellas he trabajado contigo, y déjame ir. Tú bien sabes cómo he trabajado para ti.

27 Pero Labán le contestó:

—Por favor, quédate conmigo. He sabido por adivinación que el Señor me ha bendecido por medio de ti. 28 Dime cuánto quieres ganar, y te lo pagaré.

29 Entonces Jacob le dijo:

—Tú bien sabes cómo he trabajado para ti y cómo he cuidado tus animales; 30 lo poco que tenías antes que yo viniera, ha aumentado enormemente, pues desde que llegué, el Señor te ha bendecido; pero, ¿cuándo voy a comenzar a trabajar para mi propia familia?

31 —¿Cuánto quieres que te pague? —insistió Labán.

—No me pagues nada —respondió Jacob—. Volveré a cuidar tus ovejas, si aceptas lo que te voy a proponer: 32 déjame pasar hoy por entre tu rebaño, para apartar todos los corderitos negros y todos los cabritos manchados y moteados. Ellos serán mi salario. 33 Así, cuando más adelante vengas a ver lo que he ganado, tendrás la prueba de mi honradez: pues si en mi rebaño hay cabras que no sean manchadas o moteadas, o corderos que no sean negros, será que te los he robado.

34 —Está bien, acepto lo que propones —dijo Labán.

35 Pero ese mismo día Labán apartó todos los chivos rayados y moteados, y todas las cabras manchadas y moteadas o que tenían algo blanco, y todos los corderos negros, y se los dio a sus hijos para que los cuidaran. 36 Luego se fue con este rebaño del lugar donde estaba Jacob, a una distancia de tres días de camino.

Jacob, por su parte, siguió cuidando las otras ovejas de Labán. 37 Cortó ramas verdes de álamo, almendro y castaño, y las peló para que se pudieran ver rayas blancas; 38-39 luego puso las varas, ya peladas, frente a los rebaños, en el lugar donde tomaban agua. Allí era donde los machos se unían con las hembras, y como lo hacían delante de las varas, sus crías nacían rayadas, manchadas y moteadas. 40 Entonces Jacob las apartaba y las ponía frente a los animales rayados y negros del rebaño de Labán. Así Jacob fue formando su propio rebaño, separándolo del rebaño de Labán. 41 Cada vez que los animales más gordos se unían para tener crías, Jacob ponía las varas en el lugar donde tomaban agua, de manera que pudieran ver las varas en el momento de unirse; 42 pero cuando venían los animales más flacos, no ponía las varas. Por eso los animales más flacos eran para Labán, y los más gordos eran para Jacob. 43 De esa manera Jacob se hizo muy rico y llegó a tener muchas ovejas, esclavos, esclavas, camellos y asnos.

Jacob planea huir de Labán

31 Pero Jacob supo que los hijos de Labán andaban diciendo: «Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y con eso se ha hecho rico.» También Jacob se fijó en que Labán ya no lo miraba con buenos ojos, como antes. Entonces el Señor le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, y yo te acompañaré.»

Jacob mandó llamar a Raquel y a Lía, para que vinieran al campo donde estaba él con sus ovejas, y les dijo:

—Me he dado cuenta de que el padre de ustedes ya no me trata igual que antes; pero el Dios de mi padre siempre me ha acompañado. Ustedes saben muy bien que yo he trabajado para su padre lo mejor que he podido, y que él me ha engañado y continuamente me ha cambiado el salario. Sin embargo, Dios no le ha dejado hacerme ningún mal; al contrario, cuando él decía: “Te voy a pagar con los animales manchados”, todas las hembras tenían crías manchadas; y cuando decía: “Te voy a pagar con los rayados”, entonces todas tenían crías rayadas. Así fue como Dios le quitó sus animales para dármelos a mí.

10 »Un día, cuando los animales estaban en celo, tuve un sueño en el que veía que los machos cabríos que cubrían a las hembras eran rayados, manchados y moteados. 11 En ese sueño el ángel de Dios me llamó por mi nombre, y yo le contesté: “Aquí estoy.” 12 Entonces el ángel me dijo: “Fíjate bien, y vas a ver que todos los machos que cubren a las hembras son rayados, manchados y moteados, porque me he dado cuenta de todo lo que Labán te ha hecho. 13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, allí donde tú consagraste la piedra y me hiciste una promesa. ¡Vamos! Levántate y vete de este lugar; regresa a la tierra donde naciste.”»

14 Entonces Raquel y Lía le contestaron:

—Nosotras ya no tenemos ninguna herencia en la casa de nuestro padre. 15 Al contrario, nos trata como si fuéramos extrañas. ¡Hasta nos vendió, y se aprovechó de lo que le pagaste por casarte con nosotras! 16 En realidad, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre, es nuestra y de nuestros hijos. Así que haz todo lo que Dios te ha dicho.

Jacob se va de Padán-aram

17-18 Jacob se preparó para regresar a Canaán, donde vivía su padre Isaac. Hizo montar a sus hijos y a sus mujeres en los camellos, tomó todo lo que tenía, y se puso en camino con todos los animales que había recibido por su trabajo en Padán-aram. 19 Mientras Labán fue a otra parte a trasquilar sus ovejas, Raquel le robó sus ídolos familiares. 20 Así fue como Jacob engañó a Labán el arameo, no diciéndole que se iba. 21 Escapó con todo lo que tenía. Muy pronto cruzó el río Éufrates, y siguió adelante hacia los montes de Galaad.

Labán persigue a Jacob

22 Tres días después, Labán supo que Jacob se había escapado. 23 Entonces, acompañado de sus parientes, salió a perseguirlo, y siete días después lo alcanzó en los montes de Galaad. 24 Pero aquella noche Dios se le apareció a Labán el arameo en un sueño, y le dijo: «Escucha, no le hables a Jacob en forma brusca.»

25 Labán alcanzó a Jacob en los montes de Galaad, que era donde Jacob había acampado. Allí mismo acampó Labán con sus parientes, 26 y le reclamó a Jacob:

—¿Qué has hecho? ¿Por qué me engañaste? ¡Has traído a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra! 27 ¿Por qué me engañaste y escapaste a escondidas, sin decirme nada? De haberlo sabido, yo te habría despedido con alegría y con música de tambores y de arpa. 28 Ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Has actuado como un necio! 29 Yo bien podría hacerles daño a todos ustedes, pero anoche me habló el Dios de tu padre y me dijo: “Escucha, no le hables a Jacob en forma brusca.” 30 Pero, si tanto querías regresar a la casa de tu padre, y por eso te fuiste, ¿por qué me robaste mis dioses?

31 Entonces Jacob le contestó a Labán:

—Es que tuve miedo. Yo pensé que tal vez me ibas a quitar tus hijas por la fuerza. 32 Pero si alguno de los que aquí están tiene tus dioses, ¡que muera! Nuestros parientes son testigos: dime si yo tengo algo tuyo, y llévatelo.

Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos.

33 Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, luego en la de Lía y también en la de las dos esclavas, pero no encontró los ídolos. Cuando salió de la tienda de campaña de Lía y entró en la de Raquel, 34 ella tomó los ídolos, los puso dentro de la montura del camello, y se sentó sobre ellos. Labán estuvo buscando por toda la tienda, pero no los encontró. 35 Entonces Raquel le dijo:

—Padre, no te enojes si no me levanto delante de ti, pero es que hoy tengo mi período de menstruación.

Como Labán anduvo buscando los ídolos y no los encontró, 36 Jacob se enojó y le reclamó a Labán con estas palabras:

—¿Qué falta cometí? ¿Cuál es mi pecado, que con tantas ansias me has perseguido? 37 Has registrado todas mis cosas, ¿y qué has encontrado de las cosas de tu casa? ¡Ponlo aquí, delante de tus parientes y de los míos, para que ellos digan quién de los dos tiene la razón! 38 Durante estos veinte años que trabajé contigo, nunca abortaron tus ovejas ni tus cabras; nunca me comí un solo carnero de tus rebaños; 39 nunca te traje los animales que las fieras mataban, sino que yo pagaba esa pérdida; si de día o de noche robaban ganado, tú me lo cobrabas. 40 De día me moría de calor; de noche me moría de frío, ¡y hasta el sueño se me iba! 41 Veinte años he estado en tu casa, y esto es lo que me tocó: por tus dos hijas trabajé catorce años a tu servicio; por tus animales trabajé seis años; y continuamente me cambiabas mi salario. 42 De no haber estado conmigo el Dios de Abraham, el Dios que adoraba mi padre Isaac, estoy seguro que me habrías mandado con las manos vacías. Pero Dios vio mi tristeza y el resultado de mi trabajo, y anoche te reprendió.

Jacob y Labán hacen un pacto

43 Entonces Labán le contestó a Jacob:

—Las hijas son mis hijas; los nietos son mis nietos; las ovejas son mis ovejas; ¡todo lo que aquí ves es mío! Sin embargo, ¿qué les puedo hacer ahora a mis hijas, o a los hijos que ellas han tenido? 44 Por eso, ven; tú y yo vamos a hacer un pacto, que va a servir como testimonio entre nosotros dos.

45 Entonces Jacob tomó una piedra, la puso de pie como un pilar, 46 y les dijo a sus parientes:

—¡Junten piedras!

Todos juntaron piedras para hacer un montón, y allí comieron, junto al montón de piedras. 47 Labán llamó a ese lugar en su idioma «Jegar Sahadutá», y Jacob lo llamó en el suyo «Galaad».

48 Entonces Labán dijo:

—Hoy, este montón de piedras es testigo entre nosotros dos.

Por eso se llamó Galaad ese lugar, 49 y también se llamó Mispá, porque Labán dijo:

—Que el Señor vigile entre nosotros dos, cuando ya no podamos vernos el uno al otro. 50 Si maltratas a mis hijas, o si te casas con otras mujeres además de ellas, aunque no haya nadie como testigo entre nosotros, Dios mismo sea testigo.

51 Y Labán siguió diciéndole a Jacob:

—Mira, aquí están el montón de piedras y el pilar que he puesto entre nosotros dos. 52 Ambos serán testigos de que ni tú ni yo cruzaremos esta línea para perjudicarnos. 53 Que decida entre nosotros el Dios de tu abuelo Abraham y el de mi abuelo Nahor.

Entonces Jacob juró por el Dios que su padre Isaac adoraba. 54 Luego hizo Jacob sacrificios en el cerro, y llamó a sus parientes a comer. Todos ellos comieron, y pasaron la noche en el cerro.

55 (32.1) Al día siguiente por la mañana, Labán se levantó y les dio un beso a sus nietos y a sus hijas; después los bendijo, y regresó a su tierra.

Jacob y Esaú se encuentran

32 (2) Jacob siguió su camino, y unos ángeles de Dios le salieron al encuentro. (3) Cuando Jacob los vio, dijo: «Éste es un ejército de Dios.» Por eso llamó Mahanaim a aquel lugar.

(4) Jacob envió unos mensajeros a la tierra de Seír, que es la región de Edom, para anunciarle su llegada a su hermano Esaú, (5) y les dio este mensaje: «Díganle a mi hermano Esaú: “Su hermano Jacob se pone a sus órdenes, y le manda a decir: He vivido con Labán todo este tiempo, (6) y tengo vacas, asnos, ovejas, esclavos y esclavas. Envío este mensaje a mi señor, esperando ganarme su buena voluntad.”»

(7) Cuando los mensajeros regresaron, le dijeron a Jacob:

—Fuimos a ver a su hermano Esaú, y ya viene él mismo para recibirlo a usted, acompañado de cuatrocientos hombres.

(8) Al oír esto, Jacob tuvo mucho miedo y se quedó muy preocupado. Dividió entonces en dos grupos la gente que estaba con él, y también las ovejas, vacas y camellos, (9) pues pensó: «Si Esaú viene contra un grupo y lo ataca, el otro grupo podrá escapar.» (10) Luego comenzó a orar: «Señor, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis parientes, y que harías que me fuera bien: 10 (11) no merezco la bondad y fidelidad con que me has tratado. Yo crucé este río Jordán sin llevar nada más que mi bastón, y ahora he llegado a tener dos campamentos. 11 (12) ¡Por favor, sálvame de las manos de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga a atacarme y mate a las mujeres y a los niños. 12 (13) Tú has dicho claramente que harás que me vaya bien, y que mis descendientes serán tan numerosos como los granitos de arena del mar, que no se pueden contar.»

13 (14) Aquella noche Jacob durmió allí, y de lo que tenía a la mano escogió regalos para su hermano Esaú: 14 (15) doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros, 15 (16) treinta camellas recién paridas, con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez asnos. 16 (17) Luego les entregó a sus siervos cada manada por separado, y les dijo:

—Adelántense, y guarden alguna distancia entre manada y manada.

17 (18) Al primero que envió, le ordenó:

—Cuando te encuentre mi hermano Esaú, y te pregunte quién es tu amo, a dónde vas y de quién son los animales que llevas, 18 (19) contéstale: “Es un regalo para usted, mi señor Esaú, de parte de Jacob, su servidor. Por cierto que él mismo viene detrás de nosotros.”

19 (20) También al segundo que envió, y al tercero, y a todos los que llevaban las manadas, les dijo:

—Cuando encuentren a Esaú, díganle lo mismo, 20 (21) y díganle también: “Jacob, su servidor, viene detrás de nosotros.”

Y es que Jacob pensaba: «Voy a calmar su enojo con los regalos que le envío por delante, y luego lo veré personalmente. Tal vez así me recibirá bien.» 21 (22) Así, pues, los regalos se fueron antes, y él se quedó a pasar la noche en su campamento.

Jacob lucha con un ángel

22 (23) Aquella misma noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas, sus dos esclavas y sus once hijos, y los hizo cruzar el vado del río Jaboc, 23 (24) junto con todo lo que tenía. 24 (25) Cuando Jacob se quedó solo, un hombre luchó con él hasta que amaneció; 25 (26) pero como el hombre vio que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la coyuntura de la cadera, y esa parte se le zafó a Jacob mientras luchaba con él. 26 (27) Entonces el hombre le dijo:

—Suéltame, porque ya está amaneciendo.

—Si no me bendices, no te soltaré —contestó Jacob.

27 (28) —¿Cómo te llamas? —preguntó aquel hombre.

—Me llamo Jacob —respondió él.

28 (29) Entonces el hombre le dijo:

—Ya no te llamarás Jacob. Tu nombre será Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

29 (30) —Ahora dime cómo te llamas tú —preguntó Jacob.

Pero el hombre contestó:

—¿Para qué me preguntas mi nombre?

Luego el hombre lo bendijo allí mismo. 30 (31) Y Jacob llamó a aquel lugar Penuel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo todavía estoy vivo.»

31 (32) Ya Jacob estaba pasando de Penuel cuando el sol salió; pero debido a su cadera, iba cojeando. 32 (33) Por eso hasta el día de hoy los descendientes de Israel no comen el tendón que está en la coyuntura de la cadera, porque Jacob fue golpeado en esa parte.

Jacob y Esaú se reconcilian

33 Cuando Jacob vio que Esaú venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas. Colocó primero a las esclavas con sus hijos, luego a Lía con sus hijos, y por último a Raquel y José. Luego se adelantó a ellos, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente siete veces, hasta que estuvo cerca de su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Los dos lloraron. Después Esaú se fijó en las mujeres y en los niños, y preguntó:

—Y éstos, ¿quiénes son?

—Son los hijos que Dios le ha dado a tu servidor —dijo Jacob.

Entonces las esclavas y sus hijos se acercaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente; luego se acercaron Lía y sus hijos, y se inclinaron de la misma manera, y por último se acercaron José y Raquel, y también se inclinaron. De pronto Esaú preguntó:

—¿Qué piensas hacer con todas esas manadas que he venido encontrando?

—Ganarme tu buena voluntad —respondió Jacob.

—No, hermano mío; yo tengo suficiente. Quédate con lo que es tuyo —dijo Esaú.

10 Pero Jacob insistió:

—No, por favor. Si me he ganado tu buena voluntad, acepta este regalo, pues verte en persona es como ver a Dios mismo, ya que tú me has recibido muy bien. 11 Te ruego que aceptes el regalo que te he traído, pues Dios me ha hecho rico, y nada me falta.

Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó el regalo; 12 pero dijo:

—Bueno, vámonos de aquí. Yo iré delante de ti.

13 Y Jacob respondió:

—Querido hermano, tú sabes que los niños son débiles, y que debo pensar en las ovejas y en las vacas con cría; si se les cansa, en un solo día pueden morir todas las ovejas. 14 Es mejor que tú te adelantes a este servidor tuyo; yo iré poco a poco, al paso de los animales que van delante de mí, y al paso de los niños, hasta reunirme contigo en Seír.

15 —Bueno —dijo Esaú—, permíteme dejarte algunos hombres de los que vienen conmigo.

Pero Jacob contestó:

—¡No, por favor! ¿Para qué te molestas?

16 Ese mismo día, Esaú regresó a Seír. 17 Jacob, en cambio, se fue a Sucot, y allí hizo una casa para él y unas enramadas para sus animales. Por eso, a aquel lugar lo llamó Sucot.

18 Cuando Jacob vino de Padán-aram, llegó sano y salvo a Canaán y acampó frente a la ciudad de Siquem. 19 Por cien monedas compró un terreno a los hijos de Hamor, el padre de Siquem, y allí puso su campamento. 20 Después construyó un altar, y lo llamó El-elohé-israel.

La deshonra de Dina vengada

34 Dina, la hija que Lía le dio a Jacob, fue a visitar a las muchachas del lugar; pero la vio Siquem, que era hijo de Hamor el heveo, el jefe de ese lugar, y por la fuerza se acostó con ella y la deshonró. Sin embargo, tanto se enamoró de ella que trató de ganarse su cariño. Entonces habló con su padre Hamor, y le dijo:

—Ve a pedir la mano de esta muchacha. Quiero casarme con ella.

Jacob supo que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo con sus animales, no dijo nada hasta que ellos regresaron. Mientras tanto, Hamor, el padre de Siquem, fue a ver a Jacob para hablar con él.

Cuando los hijos de Jacob regresaron del campo y supieron lo que había pasado, se enfurecieron, porque era una ofensa muy grande para Israel que Siquem se hubiera acostado con la hija de Jacob. ¡Era algo que nunca debía haber hecho! Pero Hamor habló con ellos, y les dijo:

—Mi hijo Siquem está muy enamorado de la hermana de ustedes. Por favor, déjenla que se case con él y háganse nuestros parientes; así nosotros nos casaremos con las hijas de ustedes, y ustedes se casarán con las nuestras. 10 Quédense a vivir con nosotros. El país está a su disposición; vivan en él, hagan negocios, compren terrenos.

11 Por su parte, Siquem les dijo al padre y a los hermanos de Dina:

—Yo les ruego que acepten. Les daré lo que me pidan. 12 No importa que sea una compensación más alta de lo acostumbrado y muchos regalos, yo se los daré; pero dejen que la muchacha se case conmigo.

13 Sin embargo, como Siquem había deshonrado a Dina, los hijos de Jacob les contestaron a él y a su padre Hamor con engaños, 14 y les dijeron:

—No podemos darle nuestra hermana a un hombre que no está circuncidado, porque eso sería una vergüenza para nosotros. 15 Sólo podemos aceptar con esta condición: que ustedes sean como nosotros; es decir, que se circunciden todos los varones entre ustedes. 16 Entonces sí, ustedes se casarán con nuestras hijas y nosotros nos casaremos con las de ustedes; viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo. 17 Pero si no aceptan nuestra condición de circuncidarse, nos iremos de aquí y nos llevaremos a nuestra hermana.

18 Hamor y su hijo Siquem estuvieron de acuerdo con lo que ellos propusieron. 19 Sin perder más tiempo, el joven se circuncidó, porque la hija de Jacob le había gustado. Como Siquem era el más respetado en la familia de su padre, 20 fueron él y su padre Hamor a la entrada de la ciudad, donde se trataban los negocios, y allí dijeron a los habitantes:

21 —Estos hombres son nuestros amigos, y van a vivir y hacer negocios en este lugar, pues hay suficiente terreno para ellos; nosotros podremos casarnos con sus hijas, y ellos podrán casarse con las nuestras. 22 Pero, para que seamos un solo pueblo, ellos aceptan vivir con nosotros sólo con esta condición: que todos nuestros varones se circunciden, tal como ellos lo acostumbran. 23 Todas sus pertenencias y todos sus animales serán nuestros. Sólo tenemos que decir que sí, y ellos se quedarán a vivir con nosotros.

24 Todos los hombres de la ciudad que estaban en edad militar estuvieron de acuerdo con Hamor y con su hijo Siquem, y fueron circuncidados. 25 Pero Simeón y Leví, hijos de Jacob y hermanos de Dina, fueron a la ciudad al tercer día, cuando los hombres todavía tenían los dolores de la circuncisión, y espada en mano los mataron a todos, pues no encontraron resistencia. 26 A filo de espada mataron a Hamor y a su hijo Siquem; luego sacaron a Dina de la casa de Siquem y se fueron. 27 Llegaron también los otros hijos de Jacob, y pasando sobre los muertos saquearon el pueblo para vengar la deshonra de su hermana. 28 Se llevaron ovejas, vacas, asnos y todo lo que había en la ciudad y en el campo; 29 robaron todo lo que había en las casas, y se llevaron prisioneros a todos los niños y mujeres. 30 Entonces Jacob les dijo a Simeón y Leví:

—Ustedes me han puesto en aprietos. Ahora los habitantes de este lugar, los cananeos y ferezeos, me van a odiar. Se juntarán contra mí y me atacarán, y como tengo muy pocos hombres, nos matarán a mí y a mi familia.

31 Pero ellos contestaron:

—¿Acaso tenía él que tratar a nuestra hermana como a una prostituta?

Dios bendice a Jacob en Betel

35 Dios le dijo a Jacob: «Levántate y vete a vivir a Betel. En ese lugar harás un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.» Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que lo acompañaban:

—Saquen todos los dioses extraños que hay entre ustedes, báñense y cámbiense de ropa. Vámonos pronto a Betel, pues allá voy a construir un altar en honor del Dios que me ayudó cuando yo estaba afligido, y que me ha acompañado por dondequiera que he andado.

Ellos le entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían y los aretes que llevaban en las orejas, y Jacob los enterró debajo de una encina que estaba cerca de Siquem. Cuando ellos salieron, Dios hizo que todos los pueblos vecinos tuvieran mucho miedo, y por eso no persiguieron a los hijos de Jacob.

Jacob y toda la gente que iba con él llegaron a Luz, ciudad que también se llama Betel y que está en Canaán. Y construyó un altar, y llamó al lugar El-betel, porque cuando huía de su hermano, Dios se le había aparecido allí. También allí murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca, y la enterraron debajo de una encina, cerca de Betel. Jacob llamó a este lugar «La encina del llanto».

Cuando Jacob regresaba de Padán-aram, Dios se le apareció otra vez y lo bendijo 10 de esta manera:

«Tú te llamas Jacob,
pero ya no te llamarás así;
desde hoy tu nombre será Israel.»

Después que Dios le cambió el nombre, 11 le dijo:

«Yo soy el Dios todopoderoso;
ten muchos hijos y descendientes.
De ti saldrá una nación y muchos pueblos,
y entre tus descendientes habrá reyes.
12 La tierra que les di a Abraham y a Isaac,
también te la doy a ti,
y después de ti se la daré a tus descendientes.»

13 Cuando Dios se fue del lugar en donde había hablado con Jacob, 14 éste tomó una piedra y la puso de pie, como un pilar, en el lugar donde Dios le había hablado; luego la consagró derramando aceite y vino sobre ella, 15 y llamó Betel a aquel lugar.

Muerte de Raquel

16 Después se fueron de Betel; pero todavía estaban un poco lejos de Efrata cuando Raquel dio a luz, y tuvo un parto muy difícil. 17 En el momento más difícil, la partera le dijo: «No tengas miedo, que has dado a luz otro varón.» 18 Pero ella estaba a punto de morir, y en sus últimos suspiros llamó Ben-oní al niño, aunque su padre lo llamó Benjamín.

19 Así fue como Raquel murió, y la enterraron en el camino de Efrata, que ahora es Belén. 20 Jacob levantó un monumento sobre su sepulcro, y éste es el monumento que todavía señala el sepulcro de Raquel.

21 Israel siguió su camino, y acampó más allá de la torre de Éder. 22 Estando ya establecido Israel en ese lugar, Rubén fue y se acostó con Bilhá, que era concubina de su padre. Y cuando éste lo supo, se enojó muchísimo.

Los hijos de Jacob(A)

Los hijos de Jacob fueron doce. 23 Los que tuvo con Lía fueron Rubén, su hijo mayor; Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. 24 Los que tuvo con Raquel fueron José y Benjamín. 25 Los que tuvo con Bilhá, la esclava de Raquel, fueron Dan y Neftalí; 26 y los que tuvo con Zilpá, la esclava de Lía, fueron Gad y Aser. Éstos fueron los hijos de Jacob, que nacieron en Padán-aram.

Muerte de Isaac

27 Jacob fue a ver a su padre Isaac en Mamré, la ciudad que también se llama Arbá o Hebrón. Allí habían vivido Abraham e Isaac. 28 Isaac tenía ciento ochenta años cuando murió. 29 Fue a reunirse con sus antepasados cuando ya era muy anciano, y sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron.